Hay una gran belleza en los métodos tradicionales de producción de café que se transmitieron de generación en generación. Mis antepasados eran trabajadores y sabios. Podían decir la hora por la posición del sol y el clima por el aspecto de las nubes o el comportamiento de los animales que tenían. Recogieron cerezas maduras, las despulparon a mano, lavaron los frijoles en el arroyo cercano o en cajas de madera y los secaron en cuero. Aplastaron el pergamino entre sus manos para medir la sequedad y saber cuándo el café estaba listo para venderse en el mercado local. Produjeron un café delicioso, pero no tenían idea (y muchos todavía no saben) a qué sabe realmente su café especial, preparado de una manera especial.